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leopoldoalas

El Mundo/ UVE / LAS PERLAS (9-8-04)

"TREINTONES Y CUARENTAÑEROS"

Son más prietos los treintones que los cuarentañeros. Entre los primeros, sobran triunfadores. En el mundo del cine, por ejemplo: desde Ernesto Alterio, Cayetana Guillén, Aitana Sánchez Gijón o Miguel Albaladejo a María Pujalte, Pepón Nieto, Ariadna Gil, Gustavo Salmerón o Achero Mañas, que se ajusta bien al modelo. Me cuentan que se fue a rodar a Irlanda un documental sobre el IRA y pidió hotel con piscina -que luego no usó- a una hora de donde estaban rodando. O sea, se le ha subido a la cabeza. Porque a lo que yo voy es que a muchos treintones se les nota la ambición, para lo bueno y para lo malo, pero les pierde la ansiedad y el orgullo. Van por la vida acelerados, son brillantes pero carecen de valores, son poco solidarios, consumistas y muy dados a la exageración, y sólo están dispuestos a entrar por la puerta grande. Como lo han tenido fácil, no aprendieron a valorar el esfuerzo. Todavía creen que el bacalao se puede partir con poco pulso. Los de cuarenta lo ven claro porque ya pasaron por eso, aunque lo vivieron con más alegría y menos histeria, con ilusiones propias de una generación espontánea que se enfrentaba al éxito sin avidez. Si los cuarentañeros maduraron haciendo del vicio virtud, para los treintones, que son los adolescentes de la madurez, el vicio lo es en sí mismo. Si los primeros eran paradójicos, los segundos son aviesamente contradictorios. No personalizo en nadie estos rasgos generacionales, pues sólo quiero hacer sociología de urgencia. Hay muchos treintones a los que admiro, aparte de los citados. En la música, por poner dos ejemplos, tenemos a Najwa Nimri o a Julieta Venegas. En la literatura hay nombres que se consolidan, como Blanca Riestra, Josán Hatero, Eugenia Rico o David Barba. Y en la televisión, dos triunfadores que el año que viene cruzan la frontera, como Boris Izaguirre y Jesús Vázquez. Pero el éxito no redime a los treintones de su soledad: sólo se ven a sí mismos y no han sabido tender un puente generacional, como los cuarentañeros, que se entienden de maravilla con los de veinte. Los treintones, que son narcisistas hasta la médula, empiezan y acaban en sí mismos. También ignoran, a la vez que temen y respetan, a los cuarentañeros. Pero deberían agradecer que estos se detengan a reflexionar sobre ellos para cantarles las cuarenta, advertirles y, si acaso, enmendarles la plana. Una vez que abran los ojos, van a querer cumplir los cuarenta cuanto antes para salir de su círculo infernal. Y serán más felices. Parafraseando a Sabina, deberían comprender que los cuarenta son “los treinta y todos”.

4 comentarios

Chispita -

Un artículo sincero, al parecer. Enhorabuena. Chispita

Usniel -

Me avisaron de estos blogs, lei el primero y ahora debo leérmelos todos...

Luis Cremades -

He enviado un comentario en blanco. Era por aprender. En realidad quería decir que yo hubiera escrito "treintañeros y cuarentones", pero tampoco hay motivo especial para ellos.

Da la impresión que el autor sugiere que los cuarentones resultan ser el eslabón perdido entre una vieja cultura solidaria que asume proyectos colectivos (contraculturas, movidas, etc.) y una nueva cultura insolidaria que se autodenomina X, Y o Z, según los casos y admite las marcas comerciales y los barómetros de éxito social como reflejo de una nueva estructura de clase: "Yuppies" de los ochenta por dentro disfrazados de artistas y creadores. ¿Será así?

Luis Cremades -