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ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 10 de julio de 2004

El Mundo/ Corazón de Madrid / Viva la vida

CUANDO EL HETEROSEXUAL NO ES HOMÓFOBO

Leopoldo Alas
Solíamos ser gays los que defendíamos lo nuestro. Hasta que apareció en el panorama el heterogay, ahora llamado metrosexual para no herir la susceptibilidad prejuiciosa y homófoba del heterosexual, que todavía se siente amenazado si se le atribuye la palabra gay, aunque sea como sufijo. El prefijo metro, en cambio, no sólo no deja duda, sino que incluso les puede hacer sentir que, por muchas cremas que se pongan, la tienen grande. Y eso para un macho, simbólicamente al menos, parece muy importante. Ahora hay un anuncio en el que, con el fin de atraer a los chavales al mercado de la cosmética, animan al protagonista a cuidarse el cutis para ligar con las chicas porque es lo que a ellas les mola. Se trata de contrarrestar la idea de fondo que, por increíble que parezca, sigue ahí latiendo: que los ungüentos son cosa de mujeres y de maricas. Esto sería ridículo si no fuera algo muy serio. Tanto, que a la mujeres las matan. Tanto, que les aterroriza el homosexual que llevan dentro y pueden odiar y agredir a quien se atreva a recordárselo. Por eso destaco la labor que hace desde su programa el invencible Javier Sardá, que la semana que viene despide la temporada. En el prólogo al libro Vidas del arco iris, de Jordi Petit, dice Sardá que necesitaríamos varias vidas para saber cómo sienten los otros: la mujer, el gay. Una vida no basta para probar todas las posibilidades. De otra forma, se pregunta, “¿cómo es posible para un heterosexual entender cómo ama, cómo odia, cómo discute o cómo construye su mundo interior un homosexual?” Y nos recuerda que “la autoestima es la base del respeto social” porque “difícilmente te respetarán los demás si no empiezas por respetarte a ti mismo”. Yo también creo, orientaciones sexuales aparte, que la naturaleza humana es la que es, “nos gusten los hombres, las mujeres u otros seres de la creación”. Pero por más que la fuerza sea una sola que tú diriges, como nos enseñó La guerra de las galaxias, se agradece que alguien de su talla acierte en la dirección, hacia la luz (como en el túnel oscuro que siguen las almas de los muertos). Durante siete temporadas, de la mano de su hermano pequeño Boris Izaguirre, ha hecho una impagable labor normalizadora, una de cuyas cumbres ha sido el exquisito respeto con que ha tratado uno de los materiales más sensibles que ha tenido entre manos: la pareja de homosexuales, Juanma y David, que ganó en La casa de tu vida. Me decía Boris que, hasta que aparecieron ellos, la máxima representación gay en nuestro país eran Jesús Vázquez en bello y él en criatura de ciencia ficción. Y estaba encantado del salto que ha dado la sociedad con esta pareja de españoles a los que calificó, con gran simpatía, de “hirsutos, gordos, bajitos, feos, católicos y sentimentales”. Lo dice Ajo en un micropoema: “Esto supera la ficción. Debe de ser la realidad”. Gracias, Sardá.

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