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ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 27 de marzo de 2004

El Mundo/ M2/ Corazón de Madrid / Viva la vida

La semana pasada defendí en esta página a Pedro Almodóvar / El miércoles, Fisas me llamó a su despacho. Mi artículo ha sentado fatal en las alturas del PP / No llegué a tener despacho como asesor literario de la Consejería / La verdad nos hace libres

LA BUENA EDUCACIÓN

Leopoldo Alas
Probablemente ha sido uno de los cargos que menos tiempo han durado en la historia de nuestra democracia. Con generosidad y un talante liberal que le honra, Santiago Fisas, Consejero de Cultura de esta Comunidad, me ofreció ser asesor literario. Acepté, aunque por dentro tuve que pelear con mis reservas mentales y mis prejuicios. Y asumí el cargo en enero. Sabían perfectamente quién soy, conocían mi trayectoria y acaso les gustaba la idea de que yo sirviera de conector entre el PP madrileño gobernante y una cultura que, por hechos bien conocidos, desconfía de su proyecto político y se ha distanciado del poder. Me atrajo la idea de trabajar a favor de una cultura abierta y me alentaban las palabras de Scott Fitzgerald: “La prueba de una inteligencia de primera clase es la capacidad para aceptar dos ideas contradictorias al mismo tiempo. Uno debería saber que las cosas no tienen remedio y sin embargo estar dispuesto a cambiarlas”. Pero la semana pasada defendí en esta página a Pedro Almodóvar de la cacería que se ha desatado contra él por sus declaraciones, opinables tal vez pero suyas, reprobables para algunos o hasta dignas de querella para otros, pero libres, de un gran artista que lo es ante todo. Las iras desmedidas cristalizaron en los insultos que en el estreno lanzó a las puertas del cine una masa reaccionaria y exaltada, contra Pedro y contra los espectadores que pagamos la entrada para ver La mala educación. Yo estaba allí y debía contarlo. Por suerte, yo sí he recibido una buena educación. Y aunque gracias a Dios no me la dieron los curas, sé latín. El miércoles, Fisas me llamó a su despacho. Mi artículo ha sentado fatal en las alturas del PP. Lo de Pedro ha rebasado la frontera de su ya desatado ataque de nervios, en un clima de crispación general que aborrezco porque a estas alturas no toleramos vivir entre tinieblas. Fue una llamada al orden. Les incomodaba mi artículo tanto como puedo volver a incomodarles yo en el ejercicio de mi profesión de poeta, escritor y periodista independiente. Los políticos se deben a la obediencia que marcan las consignas. Yo sólo me debo a mi libertad (y a mi propio análisis de lo ocurrido el 11 de marzo) y entendí que debía aceptar la dimisión del cargo. No llegué a tener despacho. No pude colocar en mi mesa virtual los retratos de Truman Capote y de Joe Borsani. Ni la pequeña planta que crecerá en mi casa. Tampoco cumpliré mi modesto sueño de sisar unas horitas a la Administración Pública para avanzar en la escritura de mi novela A través de un espejo oscuro. Pero lo que de ninguna manera puedo hacer es agachar la cabeza ni opinar con límites. Es posible que deje amigos pero si, por conservarlos, alguien pretende que falte a la verdad, repetiré con Aristóteles: “Amicus Plato sed magis amica veritas”. La verdad nos hace libres.

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