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ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 8 de marzo de 2003

El Mundo / M2 / Corazón de Madrid / Viva la vida

Si ya sabemos que vamos a morir, no lo hagamos más difícil / Isabel Coixet ha estrenado esta semana 'Mi vida sin mí', que narra los últimos días de una joven de 23 años La película tiene el sello de la factoría El Deseo

POR UNA NUEVA CULTURA DE LA MUERTE

Leopoldo Alas
A la entrada del Palacio de la Música nos daban una cajita muy pop de cleanex para que lloráramos a moco tendido con La vida sin mí, la cuarta película de la directora catalana Isabel Coixet, que se estrenó el jueves por la noche. Un simpático contrasentido, ya que el tono narrativo de esta historia sobre los últimos días de una joven de 23 años, magníficamente interpretada por Sarah Polley, que descubre que tiene un cáncer irreversible y decide no contárselo a sus seres queridos, es de una contención milagrosa. La protagonista elabora una lista de todo lo que debe hacer antes de morir y la cumple a rajatabla. Su firmeza y su decisión de callar para ahorrar sufrimiento a los suyos la hace cómplice de los espectadores, que participan al borde de la lágrima de esa valentía y, en definitiva, de una modo diferente de afrontar la muerte. Ann libra a su marido y a sus hijas de asistir a su agonía en un hospital, renunciando a someterse a inútiles controles médicos y viviendo intensamente hasta su anunciado fin. En efecto, urge una nueva cultura de la muerte donde la tristeza no se torne en dramatismo, lejos de su sombría escenificación burguesa. Si ya sabemos que vamos a morir, no lo hagamos más difícil. Yo perdí hace una semana a un primo hermano muy querido, Rafael Hidalgo Alas, que con sólo 43 años ha muerto de leucemia. Pero lo cierto es que se lo llevó por delante una sesión brutal de quimioterapia cuya misión era liquidar hasta la última célula cancerígena para poder proceder a continuación a un trasplante de su propia médula. Y si como al personaje de Coixet le hubieran dejado vivir su final, en lugar de cosificarlo como mero cuerpo enfermo en manos de la medicina, Rafa habría tenido tiempo para despedirse de la vida, de su familia y de sus amigos. Necesitamos, sí, una nueva cultura de la muerte, sin aprensiones. Volviendo al estreno, Isabel Coixet, que acudió en compañía de sus productores, los hermanos Almodóvar, ha declarado que Pedro no ha metido baza en el rodaje, pero entonces tenemos que hablar de afinidad estilística entre la pujante catalana y el consagrado manchego, ya que la película está impregnada del inconfundible estilo de la factoría El Deseo, en la elección de algunos episodios como la visita al padre en la cárcel, en la manera de planificar y de introducir la música, en la búsqueda de una emoción genuina aparentemente desprovista de retórica, en la frescura de los diálogos y, sobre todo, en el sabio y suave equilibrio entre el drama y la comedia. Y un tirón de orejas: la fiesta que hubo después en Arena se llenó de ilustres extras o comparsas excluidos de la exclusiva zona vip del piso de arriba. Ese apartheid dentro del apartheid me parece un esnobismo pasado de moda y una ordinariez.

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