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ARTÍCULOS DE "EL MUNDO". Sábado 1 de marzo de 2003

El Mundo / M2 / Corazón de Madrid / Viva la vida

Pensé que a la ministra le escriben los discursos como ella se hace (dicen) sus propios trajes, y así le salen / En el aniversario de la Filmoteca, ella incurrió en una digresión sobre el cine que no venía a cuento: parecía un cineforum en los calasancios

PILAR DEL CASTILLO NOS EXPLICA EL SÉPTIMO ARTE

Leopoldo Alas
El lunes celebramos los cincuenta años de la Filmoteca Nacional. Fuimos al Doré con el director Adolfo Arrieta, que nos franqueó el paso avanzando como el despistado Monsieur Hulot de Tati. Y mereció la pena doblemente, por el magnífico cóctel que sirvió el restaurante Nabuco y por el discurso de Pilar del Castillo, que fue antológico. Pensé que a la ministra le escriben los discursos como ella se hace (dicen) sus propios trajes, y así le salen. Aunque diré en su honor que ha conseguido forjarse un estilo de maestra que, en lo que se refiere al área de Educación de su ministerio, le queda como un guante. A su derecha, el Secretario de Estado de Cultura Luis Alberto de Cuenca le había prestado el boli y, mientras su seño leía el discursito de marras, la observaba atentamente de soslayo. Por un instante sospeché que lo había escrito él pero un hombre tan culto y tan experimentado en ese tipo de actos jamás incurriría, salvo de mala fe, en una digresión sobre cine que no venía a cuento: pretenciosa, como para que los asistentes vieran lo mucho que ella sabe del tema, y a la vez superficial. Parecía un cineforum en los calasancios, un capítulo de Érase una vez el hombre o de El libro gordo de Petete. Sin olvidar que la mayoría de los asistentes eran cinéfilos y cineastas, aparte de varios cínicos. Es como si uno fuera a una central nuclear a explicar la fisión del átomo. Y ella dale que te pego, de la linterna mágica al cinemascope, de Griffith a Mizoguchi (que por influencia, supongo, de los restaurantes japoneses, pronunció en crudo: Mizuguichi. Ozu, en cambio, le salió de un solo bocado). Y todo para que los educandos reparáramos en la importancia de la memoria y en cómo no conviene hacer oídos sordos a la tradición, madre de toda vanguardia, incluso de la benemérita vanguardia civil, imagino. Sólo le faltó remachar con las palabras de Dalí: “Todo lo que no es tradición es plagio”. Aunque, teniendo al lado a quien tenía, quizá se trató de un amistoso gesto de discreción. Y no lo digo por Luis García Berlanga, que estaba como en off. Atinó la ministra, ahí sí, felicitando reiteradamente a Pedro Almodóvar, a quien se sentirá unida como víctima en los desastres del no a la guerra de los Goya, porque fue castigado con una sola estatuilla y porque no estuvo presente en la gala. Si el discurso nos hizo reír, no pudo por menos de deprimirnos hasta la médula comprobar cómo la ministra convertía el cine en una asignatura (pendiente, por cierto) de su renovado programa de estudios secundarios. Ésta es un hueso y nos catea a todos menos a Borau. Me dirán que es buena chica y que viste como Peter Pan, pero ¿y qué? También Tarek Aziz es idéntico al finado Bardem y –algo inquietante- Colin Powell recuerda mucho a Barrionuevo.

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